Mazarians por el mundo: París
Para mí, la integración europea es un hecho. Lo compruebo diariamente al ver el telediario en TV France, que abre con la misma noticia que se abre desde hace tiempo en España. O cuando entro en el Palais de Justice, por la entrada de profesionales, simplemente mostrando mi carnet del ICAM (el colegio de abogados de Madrid). O cuando te las ves y deseas para encontrar un piso en alquiler en el centro que puedas pagar sin recurrir a uno de esos préstamos inmediatos que comercializan allí y aquí. Da igual haberse venido a París, te sientes como en casa, nos comenta David.
Como en casa también me hacen sentirme los compañeros de CARLARA, el despacho francés integrado en Marcalliance (alianza global de compañías legales y fiscales independientes, de la que Mazars forma parte) y con los que estoy colaborando durante dos meses, al tiempo que participo en un programa del Barreau de Paris (nuestro ICAM).
Mi experiencia en este secondment de dos meses en París está siendo tremendamente positiva, por lo que desde ya recomiendo encarecidamente que se incorpore como un elemento de desarrollo de las carreras profesionales de los Mazarians. Sí, soy un Mazarian, o Mazarien, dicho así con acento francés, como cruasán.
Mi día a día, en cuanto al modus operandi, no dista mucho del de Madrid. Despacho céntrico, voy paseando, solo que en vez de ver la Cibeles veo la Tour Eiffel. Llegada a las nueve y pico. “Bonjour!” Entro en el despacho que comparto con tres abogadas, enciendo el portátil y ¡a currar! Todos los socios disponibles para dejarme trabajar con ellos y sus equipos, aprender el funcionamiento de la Administración de Justicia en Francia, de los mecanismos alternativos de arreglo de controversias, de los procedimientos concursales, intercambio de dudas de clientes con intereses cruzados entre España y Francia… En definitiva, me integro en el funcionamiento del despacho y me ayudan en los asuntos transfronterizos que traigo de España.
Cambia el horario, eso sí. No en número de horas, si no en distribución. Aquí se trabaja al revés, unas tres horas por la mañana y cinco después de comer. Se come pronto. Demasiado pronto, para mis (sanas) costumbres españolas. Pero estos cambios horarios no quitan el hambre, qué va, a mí me hacen tener hambre todo el día. Menos mal que hay una crêperie en cada esquina, que ayuda a superar el descontrol horario y el frío continental. Energía para el cuerpo. Bien de Nutella. Un confit de canard de vez en cuando también ayuda. Lo esencial es, ante la duda de haberse saltado alguna comida, comer.
Pendiente tengo todavía la visita a la Meca. O sea, al edificio de Mazars en la Defense, que me han dicho que es digno de ver. Mazars en Francia es toda una institución. ¡Je suis Mazarien!
Como decía al principio, considero que es una grandísima oportunidad el pasar un tiempo, aunque sea corto, trabajando en el extranjero, y agradezco la oportunidad. Afrontar este reto durante tu carrera profesional supone un desarrollo también personal que es necesario fomentar. Por eso animo a mis compañeros a que se propongan este reto y a Mazars a que se lo facilite.